El conflicto del gas nos tiene en ascuas. Antes de ayer escuchamos el informativo y dijeron que se iba a solucionar; pero ayer amanecimos con la novedad de que no sería así, que el conflicto puede agudizarse, etc.
Vieja costumbre la mía -y mi familia me la tolera y alimenta en algunas oportunidades- de hablar de los temas de actualidad mientras mateamos o almorzamos. Que si Saravia se va al Partido Nacional, que no que no se va, que Petinatti dijo no sé qué, que el show de U2 estuvo espectacular según las noticias, en fin, cosas que, si bien no las vamos a cambiar nosotros ni vamos a tener beneficios de ellas, sirven para mantenernos en la matrix.
Así que, por culpa del gas, surgió el tema. De pronto me encontré diciendo: -¿Se dan cuenta que al final es como yo digo? Está todo patas arriba. Tendría que ser todo horizontal y se terminan los problemas. Claro, tiene que existir un gobierno, por una cuestión de organización y dirección.
David agregó: -Y porque el hombre nació para ser gobernado.
Continué sumergida en mi delirante mundo ideal.
-La tierra tendría que ser de todos, un pedacito para cada uno. Da perfectamente, no es necesario andar peleando por un poco más; eso es avaricia. Un pedacito de tierra para cultivar, para tener unos animalitos, para hacer lo que quieras. Hacerte una casita y disfrutarla. Que el gobierno pague los sueldos a todos por igual: tanto al anestesista como al barrendero. Que la educación y la salud sean gratuitas, así cada uno puede estudiar lo que se le dé la gana. Ahí mataríamos dos pájaros de un tiro: habría más gente con un buen nivel de educación y, a la vez, sería más feliz, porque podría estudiar lo que le guste. ¿Se imaginan qué lindo sería estudiar lo que a uno le guste y no aquello que esté más a mano o sea más barato, o sea más rentable?
Estela agregó: -¡Qué viva sos! Si todos ganaran lo mismo y los estudios fueran gratis, nadie querría ser barrendero, todos serían anestesistas.
Por un instante sentí que me habían pinchado el globo. ¡Me parecía que era tan coherente mi idea! Obvio, a alguien se le tiene que haber ocurrido alguna vez en estos seis mil años de miseria humana. Pero se habrá dado cuenta de que no era rentable y la abandonó.
David preguntó qué había tomado esa mañana, porque ¡mire que tener semejantes ideas!
-No tomé nada -dije.
Vi que le hacía un gesto a su mujer, como diciendo "le salió el comunista de adentro". Él sabe que no es así, pero le gusta etiquetarme.
Me fui a bañar, y la sensación de haber descubierto América seguía embargándome.
Salí del baño y le grité a Estela: -No todos van a ser anestesistas, no olvides que hay gente vaga que no le gusta estudiar, hay gente que le gusta estudiar pero no tiene capacidad para tal o cual cosa, hay otros que quizás no quieran ser anestesistas y sí arquitectos, o cocineros, o músicos.
Proseguí: -Y eso está muy bueno, porque también terminaríamos con la envidia, que aquel tiene más que yo.
David dijo: -No olvides que la envidia y la avaricia son inherentes al ser humano. El hombre está ávido de acumular riquezas.
-Bueno -retruqué yo-, esta sería una buena forma de que no hubiera posibilidades.
Terminé de arreglarme el cabello. -Vamos -dije-, y salimos en la moto bajo el sol del mediodía otoñal. Pero no podía apartar mi pensamiento de "mi" mundo.
Continué diciéndole a David: -También podríamos bla, bla, bla... Hasta que su voz me trajo a la realidad cuando lo oí decir: -Venís hablando sola, dejá de delirar.
En fin, los amargados siempre nos pinchan el globo. No importa. Sé que llegará el día en que el Intendente ganará lo mismo que cualquier hijo de vecino: lo necesario para vivir. Llegará el día en que podremos respirar hondo hasta el cansancio, nos gustará trabajar y lo haremos con ganas, comeremos lo que cultivemos, lo que nos ganemos, y nadie tendrá hambre porque la tierra producirá en abundancia. No habrá robos, o, mejor dicho, nadie sentirá deseos de robar ni tendrá necesidad de hacerlo. Nadie verá en el otro a alguien inferior por su color o condición social, porque llegaremos a entender que nuestras únicas diferencias son nuestras aptitudes.
Y hablando de nuestras propias aptitudes, sería bueno que empezáramos a trabajar en ellas ahora, si ya no lo hicimos, porque comienzo tienen las cosas. Porque si quiero un cambio, tiene que empezar por mí. Manos a la obra.
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